Sabías que hay frases que no se sueltan en redes por accidente. Hay frases que salen como cuchillo. “La traición se paga con la muerte”, dijo Sandro Castro en Instagram, en una de esas sesiones de preguntas y respuestas que parecen “casuales” pero en Cuba nunca son inocentes. Y en ese segundo, el nieto más farandulero de Fidel no solo habló de Alejandro Gil: habló del sistema entero, de su familia, y de la impunidad que los sostiene.Porque mira qué ironía —de las que duelen—: en un país donde millones sobreviven con apagones, inflación, salarios de chiste y comida en modo ruleta rusa, el heredero del apellido más pesado de la Isla aparece dictando sentencia moral sobre otro caído del mismo altar. Y yo no sé tú, pero a mí esa escena me huele a teatro viejo con actores nuevos: el poder se devora a sí mismo, pero siempre intenta que el público culpe solo al que cae.
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El post que no fue un post: Sandro y el “mensaje” entre líneas
Lo que Sandro dijo fue cortito, como quien no quiere meterse en candela, pero el subtexto gritaba. Ante una pregunta sobre el caso del exministro Alejandro Gil Fernández, respondió que “solo sabe que la traición se paga con la muerte”. No hubo nombres, no hubo detalles, pero en el contexto actual esa frase funciona como un dedo acusador. O como una bendición para el castigo que ya está decidido.
Y eso pasa justo cuando el juicio de Gil está envuelto en un hermetismo total, a puertas cerradas, sin prensa independiente, sin explicación pública real. Diez días después del cierre del proceso, el país sigue sin saber nada oficial de lo que se dijo ahí dentro.
La pregunta no es solo por qué habló Sandro. La pregunta dura es: ¿quién necesita que Sandro hable? Porque en una maquinaria vertical como la cubana, un apellido así no improvisa fuego. Se coordina, se permite, o se usa.

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Alejandro Gil: una caída que huele a purga
Alejandro Gil no era un funcionario cualquiera. Fue ministro de Economía, viceprimer ministro, rostro público de la Tarea Ordenamiento, y uno de los que repetía el mantra de “vamos saliendo” mientras el país se hundía. Hoy está acusado de una lista larguísima de delitos, la mayoría bajo el paraguas de “contra la seguridad del Estado”: espionaje, malversación, cohecho, evasión fiscal, lavado de activos, falsificación de documentos públicos, tráfico de influenciasy otros cargos económicos.
Su hermana, María Victoria Gil, dijo en las últimas horas que fuentes “muy fidedignas” le confirmaron que el régimen lo acusa de espiar para la CIA. Ella lo califica de absurdo y asegura que él ha negado todo punto por punto, con una defensa “brillante” pese a las limitaciones.
También relató algo que, si no fuera Cuba, sonaría a thriller: citaciones, entrega de documentos, y después cuatro meses retenidos en una casa operativa del Ministerio del Interior antes de enviarlo a Guanajay, prisión de máxima seguridad. Visitas de 15 minutos cada 15 días, aislamiento total.
Y aquí viene el detalle más revelador: la familia señala directamente a Manuel Marrero Cruz como principal ejecutor de la caída; y afirma que Miguel Díaz-Canel “no sabía” los detalles. Eso, de ser cierto, no limpia a Díaz-Canel; lo deja peor: como figura decorativa dentro de su propio gobierno.

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Mini tabla para entender el combo explosivo
| Pieza del rompecabezas | Lo que se sabe / denuncia la familia | Lo que significa en Cuba |
|---|---|---|
| Juicio secreto | Cerrado, sin prensa, sin transparencia | Sentencia casi escrita antes de empezar |
| Acusación de espionaje CIA | Filtrada por la hermana, no confirmada oficialmente | Cargo político-militar, no solo económico |
| Marrero como ejecutor | Según familia, “delante y detrás” | Lucha interna por control y chivos expiatorios |
| Aislamiento en Guanajay | Visitas mínimas, condiciones duras | Castigo ejemplarizante |
| Lista de delitos | Económicos + seguridad del Estado | Señal de purga, no solo “corrupción” |
No es que Gil sea santo. Es que en Cuba nadie cae por “pecados personales” únicamente. Cae cuando deja de ser útil, o cuando estorba.

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Y entonces… ¿con qué autoridad moral habla Sandro?
Aquí es donde la película se pone cínica.
Sandro Castro es famoso no por cargos públicos, sino por el contraste obsceno que encarna: el nieto del hombre que vendió austeridad revolucionaria viviendo como heredero tropical de una monarquía sin corona. Su Instagram ha estado lleno de lujos, fiestas, símbolos de exceso y chistes sobre la crisis, y eso lo ha convertido en termómetro de la desigualdad y del privilegio familiar.
Cuando aprendiste que el castrismo no es ideología sino dinastía, entiendes mejor a Sandro: él no es “un caso aparte”. Él es la versión sin filtro de lo que el sistema produce puertas adentro. No es rebelde. Es producto premium del poder.
Y por eso su frase sobre “traición” suena tan grotesca: porque viene de alguien que ha heredado el país como si fuera finca privada. ¿Traición a qué?. ¿A quién? .¿Al pueblo? .¿A la Revolución?. ¿O a la cúpula que reparte negocios, viajes, combustible y permisos?.
Si vamos a hablar claro, Sandro no está en posición de dar lecciones sobre corrupción. Su apellido es un sello histórico de impunidad. Él no inventó eso, pero vive de eso.

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Desmitificando a Sandro: no es “influencer”, es síntoma
Hay gente que intenta leer a Sandro como una especie de “nieto moderno” que critica al régimen desde adentro. Pero eso es una ilusión cómoda. Sandro ha ironizado sobre apagones y escasez, sí, pero desde un balcón de privilegios.
Desmitificarlo es simple:
- No representa ruptura ideológica, representa continuidad familiar con estética de redes.
- Su libertad de exhibirse existe porque está blindado por el apellido.
- Su vida de lujo no es “individual”: es consecuencia directa del poder heredado.
- Su voz pública no desarma el sistema; lo actualiza para que parezca menos viejo.
En otras palabras: Sandro no es el escándalo. Sandro es el espejo. El espejo que enseña claramente que la Revolución cubana terminó mutando en aristocracia cerrada.
La visión de AKubaa: el show del castigo selectivo
Desde AKubaa lo vemos así: el caso Alejandro Gil es útil al poder por tres razones.
- Primero, porque necesitan un culpable visible para una crisis que es estructural.
- Segundo, porque el juicio secreto manda un mensaje interno: el que se salga del guion, aunque sea de “los nuestros”, paga caro.
- Tercero, porque poner a un Castro opinando de “traición” ayuda a fijar la narrativa: no es corrupción sistémica; es un “individuo desleal”.
Pero el pueblo no es bobo. Y muchos cubanos están leyendo esto como una purga interna, no como un acto de justicia.

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Lo que dicen los usuarios (la calle digital)
En redes, la gente no habla con guantes. Entre los comentarios que más se repiten:
- “¿Y este con qué cara habla?”
- “El heredero del lujo pidiendo muerte para otro corrupto.”
- “Están matándose entre ellos porque el barco se hunde.”
- “Gil es culpable, sí, pero no era el único.”
- “Si Díaz-Canel no sabía, entonces no manda nada.”
Ese coro popular tiene algo en común: nadie cree que esto sea transparencia. Creen que es ajuste de cuentas.
El cierre incómodo: la dinastía juzga a la dinastía
Y aquí quedo yo, mirando esta escena como quien ve un sistema haciéndose daño a sí mismo, pero sin dejar de proteger el trono. Sandro lanza su frase, el régimen calla detalles, la familia filtra horrores, y el país entero asiste a un juicio que no puede ver. Lo único claro es esto: cuando el poder se hereda, la moral se vuelve utilería. Y el pueblo queda como espectador obligado.

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