Hay momentos en los que uno siente que está viendo un capítulo nuevo de la misma serie de siempre. Sabías que en Cuba los juicios más importantes casi nunca se ven, solo se escuchan en susurros, en chisme de esquina. En directas de YouTube, en audios de WhatsApp que alguien reenvía con un “oye, escucha esto”? .Pues el juicio contra el exministro de Economía de Cuba, Alejandro Gil Fernández, acaba de terminar, y otra vez la historia se escribió a puerta cerrada, con secretismo, vigilancia y sin una sola cámara independiente dentro del tribunal.
Hoy quiero contarte, en primera persona, qué significa realmente que haya concluido este proceso “concluso para sentencia”, qué hay detrás de la lista de delitos de espionaje y corrupción que le imputan, cómo se ve esto desde los ojos de su familia… y, sobre todo, qué nos dice de un sistema judicial cubano que decide juzgar a una de sus figuras económicas más importantes como si fuera un secreto de Estado que nadie tiene derecho a mirar.

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Si lo estás leyendo en AKubaa o lo estás escuchando en voz alta como podcast, quiero que te quedes hasta el final, porque este juicio no es solo sobre Alejandro Gil: también es sobre la forma en que un país entero se entera —o no— de lo que se hace en su nombre.
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Un juicio que termina… pero nunca empezó para el público
El juicio por espionaje contra Alejandro Gil, exviceprimer ministro y exministro de Economía y Planificación de Cuba, concluyó en La Habana tras varias jornadas de vista oral. Se celebró en la Sala de Delitos contra la Seguridad del Estado del Tribunal Supremo Popular (TSP) y quedó “concluso para sentencia”, según trascendió a través de fuentes cercanas y del periodista Mario J. Pentón, no de los medios oficiales cubanos.
Cuando descubriste que casi todos los detalles que sabes de este proceso vienen de medios independientes en el exilio, de agencias internacionales y de directas en redes, y no del sistema de prensa estatal cubano, probablemente sentiste la misma mezcla de incredulidad y cansancio que yo. Ningún medio oficial ha explicado con claridad qué pruebas se presentaron, quiénes declararon, qué se discutió a puertas cerradas ni cómo se defendió el acusado. La versión oficial, cuando aparece, se resume en una frase fría: “proceso a puertas cerradas por razones de seguridad nacional”. El resto lo completa el silencio.

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Los cargos: un expediente que parece diseñado para no dejar huecos
La Fiscalía General de la República le imputa a Alejandro Gil un menú casi completo de delitos graves:
- Espionaje
- Actos en perjuicio de la actividad económica o de la contratación
- Malversación
- Cohecho
- Falsificación de documentos públicos
- Evasión fiscal
- Tráfico de influencias
- Lavado de activos
- Infracción de normas sobre documentos clasificados
- Sustracción y daño de documentos u objetos bajo custodia oficial
Para el delito de espionaje, uno de los más graves del Código Penal cubano, la Fiscalía habría solicitado cadena perpetua, una pena ejemplarizante que no solo castiga a un hombre, sino que manda un mensaje hacia dentro del aparato político: nadie está a salvo cuando el poder decide girar el foco hacia ti.
Cuando aprendiste que este era el mismo ministro que hace pocos años defendía en la televisión la Tarea Ordenamiento, hablaba de “resistir creativamente” y era presentado como uno de los cerebros económicos del Gobierno, la caída se vuelve casi cinematográfica. De “arquitecto del modelo” a acusado de espionaje y corrupción sistémica en cuestión de meses.

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Secretismo total: cuando el tribunal se convierte en caja negra
El Tribunal Supremo Popular decidió que las vistas fueran a puerta cerrada, solo con presencia de las partes y personas autorizadas, alegando “razones de seguridad nacional”. No hubo público,ni prensa independiente. Tampoco observadores externos. No hubo espacio para la duda documentada: solo lo que el Estado considera que debemos saber… o no saber.
Varios reportes coinciden en que al juicio, celebrado en La Habana, asistieron apenas unas pocas personas autorizadas, tras un gran despliegue de seguridad en los alrededores del tribunal, y que el proceso se manejó bajo un hermetismo absoluto.
Desde la visión de AKubaa, esto no es un detalle técnico: es el corazón del problema. Un juicio de este calibre —un exministro de Economía acusado de espionaje, corrupción y delitos económicos masivos— define no solo el futuro de una persona, sino la credibilidad de todo un sistema. Y se está decidiendo dentro de una caja negra, sin luz, sin escrutinio público, sin acceso real a las pruebas.
En un mundo donde tú puedes ver en vivo juicios en otros países por YouTube, donde los casos de corrupción se analizan en podcasts, TikTok y X (Twitter), Cuba insiste en un modelo analógico de justicia opaca, que solo deja espacio para la especulación… y el miedo.

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La familia: entre la fe en Dios, la lealtad y la sensación de traición
En medio de este escenario, la voz que sí se ha escuchado es la de María Victoria Gil, hermana del exministro y expresentadora de televisión. Ella habló públicamente con el youtuber Darwin Santana y con otros medios, describiendo un proceso que, incluso desde adentro, se siente como un laberinto sin ventanas.
Según su testimonio, el juicio se celebró dos días a puertas cerradas, con un gran despliegue de seguridad, y bajo un “absoluto secretismo”. No se permitió la entrada de la sobrina de Gil, solo la de su hijo, quien —dice ella— no ha contado prácticamente nada. El resto de la familia se quedó fuera, esperando noticias fragmentadas.
María Victoria habla desde un lugar incómodo:
- Por un lado, dice que respeta al presidente del Tribunal Supremo, Rubén Remigio Ferro, y al abogado defensor Abel Solá, reconocido penalista en temas de espionaje.
- Por otro, reconoce que esa confianza institucional se mezcla con una resignación amarga: siente que el caso ya viene con una historia escrita de antemano.
Ella misma lo resume en una frase que pesa:
“Pienso, para mal, que es una sentencia ya dictada. Dios quiera que me equivoque.”
También confesó que pidió “muchísimo a Dios” que hubiera sobreseimiento libre por falta de pruebas antes del juicio oral. Nada de eso pasó. El caso llegó a sala, se discutió sin público y salió “visto para sentencia”.
Cuando escuchas a una hermana hablar así, no estás oyendo solo a la familia de un exministro. Estás oyendo a cualquier familia cubana que se ha enfrentado a un proceso judicial donde siente que todo está decidido desde antes, donde la transparencia es un lujo y la información es una dádiva, no un derecho.
Tres finales posibles… y un sistema que casi siempre elige el mismo
Según la propia María Victoria, a partir de ahora hay tres escenarios posibles:
| Escenario | Descripción | Probabilidad según la hermana |
|---|---|---|
| 1 | La Fiscalía mantiene la petición de cadena perpetua, ratificando sus conclusiones provisionales. | El más probable, “para mal”. |
| 2 | La Fiscalía modifica sus conclusiones y pide una sanción menor. | Posible, pero sin garantías. |
| 3 | La Fiscalía retira la acusación por completo. | “Como pedirle a Dios algo imposible”. |
Ella deja claro que no tiene información privilegiada, que nadie le ha adelantado la sentencia, y que cualquier cosa que diga parte de su intuición y de cómo entiende el sistema. Pero, seamos sinceros: si tú conoces la historia de otros casos de “delitos contra la seguridad del Estado” en Cuba, sabes que el tercer escenario casi nunca ocurre.
Sabías que, cuando un sistema judicial necesita constantemente usar la etiqueta de “seguridad nacional” para blindar sus juicios, la gente deja de creer que se está juzgando un delito y empieza a sentir que se está controlando un mensaje? Ese es el verdadero terremoto silencioso detrás del caso Gil.
El exministro que cayó en plena tormenta económica
Para entender por qué este juicio pesa tanto, hay que recordar quién era Alejandro Gil dentro del engranaje del poder.
Fue ministro de Economía y Planificación desde 2018 y viceprimer ministro, una de las figuras clave del equipo económico de Miguel Díaz-Canel en plena crisis de combustible, inflación y desabastecimiento.
Su destitución en 2024 se anunció vinculada a “graves errores” en la implementación de políticas económicas, especialmente tras el desastre social de la Tarea Ordenamiento. A partir de ahí, el relato oficial fue mutando: de errores de gestión, a investigación penal, a lista de delitos económicos y de espionaje, y finalmente a un juicio cerrado que ahora termina sin que el pueblo cubano sepa exactamente qué hizo, cómo lo hizo y con quién.
Desde la visión de AKubaa, el mensaje es doble:
- Hacia afuera, se quiere demostrar que el Estado “no tolera la corrupción” y está dispuesto a castigar incluso a sus altos cuadros.
- Hacia adentro, se envía una señal disciplinaria a toda la élite: puedes ser imprescindible… hasta que dejas de serlo.
El problema es que, sin transparencia, la frontera entre justicia y ajuste político se vuelve borrosa. Y ahí es donde el juicio de Alejandro Gil deja de ser un caso individual y se convierte en una radiografía del modelo.
Opinión de los usuarios: ecos desde las redes y la diáspora
Si te asomas a los comentarios en redes, a los grupos de WhatsApp familiares, a los canales de YouTube que han seguido el caso, encuentras una mezcla brutal de emociones:
- Hay quienes celebran el proceso, convencidos de que “por fin están pagando los que llevaron al pueblo al desastre económico”.
- Otros desconfían: creen que Gil es culpable, pero no el único, y que esto es solo una forma de ofrecer un chivo expiatorio para calmar la rabia sin tocar la estructura real del poder.
- Y un tercer grupo duda de todo el relato de espionaje, sospechando que la etiqueta sirve más para cerrar el caso al escrutinio internacional que para describir lo que realmente ocurrió.
Cuando lees o escuchas esas opiniones, entiendes que la pregunta central ya no es solo: “¿Es culpable o inocente?”. La pregunta que flota es:
“¿Puedo creer en una sentencia que se escribió sin luz, sin prensa y sin el país mirando?”
Lo que este juicio le dice al futuro de Cuba
A estas alturas, el caso de Alejandro Gil no solo importa por la lista de delitos o la dureza de la condena que finalmente se anuncie. Importa porque:
- Habla de cómo se manejan las crisis internas en la cúpula: en silencio, sin rendición de cuentas pública, con castigos selectivos.
- Confirma que el sistema judicial cubano sigue siendo un brazo del poder político, especialmente cuando se usa la etiqueta de “delito contra la seguridad del Estado” para blindar información y cerrar puertas.
- Deja un precedente: si un exviceprimer ministro puede ser juzgado así, imagina qué puede pasar con un ciudadano común sin apellido conocido ni conexiones.
Desde AKubaa, mi visión es clara:
la falta de transparencia no fortalece al sistema, lo debilita. Un país donde los juicios más sensibles se esconden no se vuelve más seguro, se vuelve más desconfiado. Y cuando la gente deja de confiar, se rompe algo mucho más complicado de reparar que una economía: se rompe el contrato emocional entre ciudadanía y Estado.
¿Y ahora qué?. Lo que queda por mirar.
El juicio ya concluyó, pero la historia no. Falta la sentencia, falta ver si la Fiscalía se mantiene en la petición de cadena perpetua, la reduce o sorprende con una decisión fuera del guion que muchos ya dan por sentado.
Mientras tanto, la familia sigue esperando, el país sigue especulando y los titulares siguen repitiendo las mismas tres palabras: “a puertas cerradas”.
Cuando descubriste que, para enterarte de lo que pasa en tu propio país, tienes que abrir más CiberCuba, El Nuevo Herald, EFE, Directorio Cubano o YouTube que el noticiero de las ocho, también entendiste por qué existen proyectos como AKubaa: para juntar las piezas sueltas, para ponerle voz al rumor, para traducir el lenguaje frío del poder a un idioma que tú puedas sentir y entender.
La visión de AKubaa… y tu lugar en esta conversación
Desde AKubaa, yo no puedo dictar sentencia. No tengo acceso al expediente completo, ni a las pruebas, ni a las discusiones dentro de la sala. Lo que sí puedo hacer —y lo que estoy haciendo aquí contigo— es conectar los datos, escuchar a la familia, leer a los usuarios, revisar cada comunicado y cada silencio, y preguntarme en voz alta qué significa todo esto para el presente y el futuro de Cuba.
Porque la pregunta no es solo qué hizo Alejandro Gil. La pregunta también es qué está haciendo el sistema con nuestros derechos a saber, a dudar y a exigir transparencia.
Te recomiendo, de corazón, que si quieres seguir el hilo de todo lo que viene después de este juicio —la sentencia, las reacciones, las consecuencias políticas, los comentarios de la gente dentro y fuera de la isla— te suscribas a mis redes y a esta página de AKubaa, para que no pierdas ningún detalle de lo que está por llegar. Este es el tipo de historia que no se acaba con un titular: se sigue escribiendo en la vida real, en las colas, en los chats, en los aeropuertos, en las decisiones que cada quien toma sobre quedarse, irse o hablar más fuerte.
Y ahora te toca a ti: ¿Crees que el juicio contra Alejandro Gil es un paso hacia la justicia o un capítulo más de control político sin transparencia?.

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