De Cuba a Hialeah: el dominó se convierte en refugio en las colas por la licencia”

De Cuba a Hialeah: el dominó se convierte en refugio en las colas por la licencia”

Cuando el dominó vuelve a ser más que un juego

No sé si a ti te ha pasado, pero hay algo mágico en el sonido de las fichas chocando contra la mesa. Ese “clac-clac” tiene algo de hogar, de barrio, de esquina con risas y discusiones. En Cuba, el dominó no es solo un juego, es una forma de resistir. Una escuela de paciencia, estrategia y humor. Y, al parecer, esa escuela se mudó completa para Hialeah, donde decenas de cubanos pasan la noche jugando dominó mientras hacen la cola para obtener su licencia de conducir.

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Sí, leíste bien. En pleno 2025, en una ciudad del condado de Miami-Dade, el alma cubana sigue encontrando la manera de sobrevivir a la espera… con una mesa improvisada, cuatro sillas plegables y un dominó de plástico encima. El hecho fue captado por la cuenta de Instagram Only in Dade, que ya es casi un espejo de lo que somos: un pueblo que convierte cualquier drama en historia, y cualquier cola en fiesta.


Tres meses para una cita, una noche para una partida

El Departamento de Vehículos Motorizados (FLHSMV) en Hialeah Gardens, ubicado en 11093 NW 138th St, parece más un campamento que una oficina. La demanda para conseguir una cita ha explotado: algunos esperan hasta tres meses, y quienes llegan sin cita enfrentan filas interminables que duran horas… o días.

Pero los cubanos, acostumbrados a esperar el pollo, la guagua o el turno en el policlínico, ya sabemos cómo se enfrenta eso: con una mesa de dominó, un termo de café, y la esperanza de que al amanecer llegue el turno.

“Esto es igual que en Cuba, mi hermano, pero con aire libre y menos mosquitos”, decía entre risas un joven entrevistado por un canal local, mientras bajaba una ficha con firmeza y gritaba “¡Capicúa!”.


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Entre fichas y frustraciones: el nuevo rostro del exilio

Muchos de los que están allí no solo quieren una licencia para manejar. Quieren un símbolo de estabilidad, de pertenencia. Para los recién llegados, tener una licencia de conducir en Estados Unidos significa poder trabajar, alquilar, moverse libremente y cumplir con las leyes. Es, literalmente, una llave a la independencia.

Pero Florida endureció recientemente sus requisitos: ahora, los inmigrantes legales deben renovar su licencia anualmente. Una medida que ha saturado las oficinas y encarecido los trámites. Y aunque la burocracia no discrimina, los cubanos de Hialeah sienten que vuelven a vivir un déjà vu. La cola eterna. El calor pegajoso. El “quién da el último” de toda la vida. Solo que esta vez, el ruido de las fichas suena sobre el asfalto americano.


El dominó: puente entre islas

Lo más curioso de todo es que el dominó, ese mismo que aprendimos con los abuelos en el portal, se ha convertido en un símbolo de unidad migrante. En cada esquina de Miami, Hialeah, Westchester o Tampa, siempre hay una partida en curso. Lo mismo en un parque que en el estacionamiento de una oficina estatal.

No es casualidad. El dominó llegó a Cuba en el siglo XVIII, traído por colonos españoles y comerciantes que mezclaron sus costumbres con la alegría del Caribe. Pero fue en nuestra Isla donde el juego se hizo pasión colectiva: cada ficha contaba una historia, cada jugada era un reflejo de la vida cotidiana.

Cuando faltaba la corriente, cuando un ciclón tumbaba el poste, o cuando el hambre se calmaba con conversación, el dominó era el refugio emocional del pueblo. Y ahora, en la diáspora, ese refugio viajó con nosotros.

En Hialeah, las noches frente al DMV se llenan de risas, de acentos mezclados, de historias de quienes cruzaron fronteras, mares o selvas. Allí, entre “doble blanco” y “seis doble”, se tejen amistades, se comparten consejos sobre empleo, vivienda, o cómo traducir los papeles del carro. Porque no hay cubano que no haya aprendido algo importante en una mesa de dominó.


Una cultura que no pide permiso

Florida puede imponer nuevas leyes, pero hay algo que no puede regular: la cubanía. Los cubanos no solo llegamos con maletas, llegamos con cultura. Con esa capacidad increíble de convertir el tiempo muerto en comunidad viva.

Verlos allí —de madrugada, con una linterna, una jarra de café, y un tablero improvisado sobre una nevera de espuma— es ver la resiliencia hecha ritual.

Un hombre mayor le contaba a un joven mientras jugaban:

“En Cuba yo pasé noches así por el pan. Aquí lo hago por la licencia. Pero al menos aquí, cuando amanece, hay resultado”.

Esa frase resume todo. La paciencia del cubano, su sentido del humor, y esa mezcla rara de nostalgia y esperanza que nos acompaña siempre.


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AKubaa lo ve así

Desde AKubaa, siempre decimos que el cubano no sobrevive, reinventa la realidad. Y eso es exactamente lo que pasa en esas colas de Hialeah. Mientras el sistema se traba, el pueblo inventa su propio sistema. Mientras la frustración amenaza, el dominó ofrece terapia colectiva.

El problema de fondo, claro, es más grande: la lentitud institucional, las nuevas regulaciones y la falta de personal en las oficinas públicas están golpeando fuerte a la comunidad migrante. Pero en medio de todo eso, el cubano vuelve a demostrar que la cultura es también una forma de resistencia.


De la esquina del barrio al estacionamiento del DMV

Hay algo profundamente poético —y dolorosamente real— en esa escena: Una fila de cubanos, bajo la luna de Hialeah, jugando dominó en lugar de dormir. No hay luces de apagón, pero sí las sombras de la burocracia.
No hay guarapo ni pan con croqueta, pero hay termos de café y galletas de supermercado. Y, sobre todo, hay ese mismo espíritu de comunidad que cruzó el mar.

Uno de los hombres en la cola lo dijo mejor que cualquier analista:

“Aquí el dominó no es por gusto. Es pa’ no pensar tanto. Pa’ reírse un rato. Y pa’ que el tiempo pase más rápido.”


El eco de un país que no se olvida

Cada ficha que cae sobre la mesa de plástico en Hialeah resuena más lejos de lo que parece. Es el eco de una cultura que no se rinde, de una identidad que se mantiene firme incluso frente al papeleo y las reglas. Es el recordatorio de que la cubanía no cabe en un documento ni en una cola.

Quizás algún día el DMV encuentre la manera de atender más rápido. Pero mientras tanto, nosotros seguiremos jugando. Porque si algo hemos aprendido es que cada partida, como la vida, se gana con paciencia, humor y una buena ficha guardada.


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¿Crees que el dominó en Hialeah es una muestra de adaptación o una protesta silenciosa?. Cuéntanos tu opinión en los comentarios y súmate a la conversación en nuestras redes. Esto es AKubaa Sin Filtros —donde lo cubano se cuenta como es: con picante, con corazón y con calle.

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