El pulso del dólar en Cuba: cuando el pueblo pide claridad y el Banco Central sigue en silencio.

El pulso del dólar en Cuba: cuando el pueblo pide claridad y el Banco Central sigue en silencio.

Hay momentos en que el país entero parece contener la respiración. En Cuba, ese momento llega cada vez que alguien pregunta: —¿A cómo está el dólar hoy?. La respuesta varía según la esquina, el grupo de Telegram o el mensajero del barrio. Pero detrás de esa cifra —que para muchos es la línea entre comer y no comer—, late una verdad incómoda: la economía cubana se ha convertido en una sala de espejos, y el reflejo más distorsionado está en la tasa de cambio. Esta semana, el economista Pedro Monreal volvió a poner el dedo en la llaga. Lo hizo sin rodeos, como quien no teme decir lo evidente: el Banco Central de Cuba necesita dejar de culpar al mercado informal y empezar a actuar con medidas concretas.

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El mercado informal no es el enemigo: es el termómetro

Cuando el peso cubano se devalúa, el discurso oficial suele buscar culpables: “los revendedores”, “las redes”, “los especuladores”. Pero hablemos claro: el mercado informal no inventa la crisis, la refleja. Es el espejo que muestra el verdadero valor de una moneda que, en la práctica, ya no compra lo que promete. En Hialeah, por ejemplo, los cubanos que mandan remesas se quejan de que cada dólar enviado se disuelve como sal en agua. “Yo mando 100 y allá parece que llegan 60”, me dijo una enfermera habanera radicada en Tampa. Mientras tanto, en un agromercado de Centro Habana, una libra de arroz cuesta más que un dólar, y el salario promedio del país apenas alcanza para sobrevivir. Esa es la economía real, la que no aparece en los informes del Banco Central de Cuba (BCC), pero que se vive cada mañana cuando abres el refrigerador y solo ves el eco.


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“La culpa no es del dólar, es del desorden”

Monreal propone lo que muchos economistas —y ciudadanos de a pie— vienen gritando hace años:
una verdadera unificación monetaria y cambiaria. Porque, aunque la “Tarea Ordenamiento” prometió poner orden, el caos sigue ahí, disfrazado de tecnicismo.

“Necesitamos un régimen cambiario con flotación administrada”, dijo Monreal, es decir, que el BCC deje de improvisar y asuma su papel de árbitro real entre la oferta y la demanda de divisas.

En cristiano: que haya una tasa de cambio transparente, derivada de transacciones interbancarias reales, no de un cálculo político. Que el Banco Central controle de verdad las reservas internacionales, y que actúe como lo que debería ser: el market maker de última instancia, el que marca el ritmo y no el que lo sigue a la distancia.


Un peso que pesa menos cada día

El peso cubano ya no es solo una moneda: es un símbolo de incertidumbre. Piensa en esto: si hoy compras un ventilador en MLC (moneda libremente convertible), pagas con una tarjeta que depende de una cuenta que no puedes alimentar con tu propio dinero nacional. Si decides vender ese ventilador en pesos, pierdes casi la mitad del valor. Es como jugar un partido donde las reglas cambian cada cinco minutos. Y el árbitro —el Banco Central— todavía no explica por qué.

En Madrid, una joven cubana que emigró hace tres años me escribió:

“Lo más triste no es que el peso no valga, es que ya nadie confía en él.”

Esa desconfianza es el verdadero costo de la crisis cambiaria. No es solo inflación: es una herida emocional.


Medidas que podrían marcar la diferencia

Monreal no se quedó en la crítica: propuso una ruta posible, con pasos concretos que podrían estabilizar el panorama si hubiera voluntad política. Entre ellos:

PropuestaObjetivo
Control total del BCC sobre las reservas internacionalesGarantizar transparencia y autoridad monetaria
Establecer una tasa de cambio de referencia diariaReflejar la realidad interbancaria sin distorsión política
Definir tasas de compra/venta basadas en la jornada anteriorEvitar saltos bruscos o manipulaciones
Permitir márgenes realistas para las casas de cambioDar oxígeno al mercado formal y limitar el informal
Exigir repatriación de divisas a exportadoresReforzar las reservas y frenar la fuga de capital
Forzar importaciones con pagos bancarios reguladosEliminar las operaciones opacas y fortalecer control

Estas medidas no son magia. Pero, como dice un amigo en La Lisa:

“Si no se empieza por algún lado, el peso se va a volver un mito, como el unicornio azul.”


La mirada desde afuera: el dólar como refugio emocional

En la diáspora, el tema de la tasa de cambio en Cuba se ha convertido en un dolor compartido. En los grupos de Facebook desde Miami o Madrid, los cubanos hacen cálculos, especulan, se indignan. Porque cada subida del dólar no solo golpea la economía: rompe los lazos familiares. El que manda remesas se cansa. El que recibe siente culpa. El que ahorra en pesos vive con miedo a perderlo todo en una noche. Y lo más paradójico es que, mientras el Banco Central guarda silencio, el mercado informal se organiza mejor que el sistema financiero oficial. Hay canales de Telegram más actualizados que cualquier boletín institucional. En ellos, los cubanos se guían entre sí, con un tipo de cambio “del pueblo”, más real que el del Estado.


La visión de AKubaa: menos discurso, más realidad

Desde AKubaa, creemos que el país necesita una política monetaria con rostro humano. No basta con decir que el dólar sube o baja: hay que explicar por qué y para quién. Si el Banco Central de Cuba quiere recuperar credibilidad, debe empezar por hablar claro, por mostrar cifras, por asumir errores. El silencio institucional es el peor enemigo de la confianza. Mientras tanto, los cubanos siguen resolviendo:
—El del barrio cambia euros por transferencia.
—El del parque usa criptomonedas.
—La muchacha de Santa Clara compra en MLC con dinero que le mandan desde México.

Esa es la economía real, la que respira fuera de los informes y que ningún decreto puede borrar.


Entre la necesidad y la esperanza

El país vive en una cuerda floja. Cada cubano que viaja, que manda una remesa o que busca una oferta en Revolico, siente que la tasa de cambio es el nuevo termómetro del alma nacional. No es un número: es el reflejo del desajuste entre lo que somos y lo que nos dicen que somos. Quizás por eso, las palabras de Monreal calaron tan hondo: no habló como un tecnócrata, sino como un ciudadano que entiende que sin estabilidad monetaria no hay estabilidad emocional.


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“El pueblo no necesita milagros, necesita coherencia”

En los comentarios del artículo original, un usuario de Holguín escribió algo que resume todo:

“No queremos más teorías, queremos que el peso sirva para algo. Que valga lo mismo aquí y allá. Que no tengamos que andar calculando cada pan.”

Esa es la voz que el Banco Central de Cuba debe escuchar. Porque, al final, no se trata de estadísticas, sino de confianza. De si el país cree o no en su propia moneda.


Conclusión

Yo no sé ustedes, pero cada vez que escucho que el dólar “se estabilizó” en el mercado informal, me pregunto si de verdad eso es una buena noticia o solo una pausa antes de otra caída. El debate no puede seguir siendo entre el Estado y “los especuladores”. Debe ser entre la realidad y el discurso. Entre la necesidad de sobrevivir y la obligación de actuar con transparencia. Porque el pueblo ya habló: quiere certezas, no consignas. Y si el Banco Central no ofrece respuestas, las seguirá encontrando —con o sin permiso— en la calle, en las redes y en la diáspora.

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