Yo voy a decir esto sin maquillaje porque en AKubaa hablamos así, sin filtro: mientras el oriente de Cuba pelea por agua, luz, comida y techo después del huracán Melissa, miles de cubanos están haciéndose la misma pregunta que yo: ¿dónde está la holguinera Lis Cuesta ahora mismo?. Y ojo, no es chisme barato. Es una pregunta política, emocional y humana. Es una pregunta de supervivencia.

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Te voy a contar por qué este tema importa. Te voy a contar por qué duele. Y te voy a contar por qué esa ausencia pesa más que cualquier discurso sobre el “bloqueo genocida” y la “resistencia del pueblo digno frente al imperio yanqui”. Esa narrativa es exactamente lo que está repitiendo ella en redes sociales, en vez de mirar la devastación real que dejó Melissa en el oriente cubano.
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El contexto que nadie puede ignorar
En Holguín y en todo el oriente del país tenemos familias completas sin techo, paredes en el suelo, viviendas abiertas a la intemperie, cultivos arrasados, calles llenas de lodo, postes en el piso. Estamos hablando de gente que perdió lo poquito que tenía y no tiene a quién llamar, porque entre apagones, incomunicación y el colapso del sistema eléctrico, el Estado no da abasto o, peor, no quiere dar la cara. Y en medio de eso, silencio.
Silencio de la mujer que lleva años colocándose al lado del poder como si fuera la figura simbólica del “cariño oficial”, pero que en el momento de dolor real elige callar. Estoy hablando de Lis Cuesta Peraza, esposa de Miguel Díaz-Canel, a quien mucha gente llama “la no primera dama”. Ella es de Holguín, no lo olvidemos. La gente en redes no lo olvida. Por eso la pregunta está reventando en todas partes ahora mismo: “¿Y la holguinera Lis Cuesta dónde está?”. Te hago otra: ¿cuándo aprendiste que la distancia entre el poder y el barrio se mide más en silencio que en palabras?.
La imagen pública vs la Cuba rota
Voy a ser directa. En sus últimas publicaciones, Lis Cuesta no está hablando de madres sin hogar, niños durmiendo en colchones mojados ni cosechas perdidas. Está amplificando las consignas de siempre: que si el embargo, que si el “bloqueo genocida”, que si la dignidad del pueblo frente al imperio. Incluso ha repetido la idea de que el Estado está movilizando “todos los recursos en función del Oriente”, como si todo fuera coordinación y eficiencia.
Pero eso es propaganda emocional, no acompañamiento humano. Porque mientras ella repostea frases del tipo “derrota al bloqueo”, yo estoy viendo otra cosa: gente en Holguín que lleva días cocinando con lo que pudo salvar del fango. Gente que, literalmente, está lavando ropa con agua recogida en cubos porque el servicio está interrumpido. Comunidades que pasaron la noche con mosquitos y calor porque no hay corriente, no hay ventilador y no hay mosquitero seco.
Y esa misma gente, repito, esa misma gente está diciendo: “Ella aparece para posar en hoteles de lujo, cumbres internacionales y eventos culturales, pero cuando hay tragedia… se desaparece”. Esa crítica está en boca de medios alternativos cubanos y sobre todo en boca del pueblo que la mira desde abajo. ¿Sabías que la lealtad se rompe exactamente ahí?. No cuando tú criticas al gobierno. Se rompe cuando el poder se muestra incapaz de llorar contigo.

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Esto no es nuevo: el archivo emocional de Lis Cuesta
Aquí hay historia, y yo tengo memoria. En 2022, cuando Cuba estaba literalmente desvelada por apagones interminables, Lis Cuesta publicó en Twitter que tenía “el corazón en modo estropajo por los agobiantes apagones”. Déjame repetirlo: “el corazón en modo estropajo”. Esa frase, que probablemente pretendía sonar cercana, humilde, solidaria, terminó convertida en gasolina pura. Porque el cubano que pasa calor sin electricidad, el cubano que perdió toda la comida del mes porque el congelador murió, el cubano que tiene a los mosquitos zumbándole a un bebé toda la noche… ese cubano no quiere poesía oficial ni frases raras. Quiere corriente. Quiere respeto. Y cuando ella soltó eso, lo que llovió fue burla, rabia y memes. Mucha gente dijo, abiertamente, que era una falta de respeto, que esa empatía era fingida, teatral, y que ella estaba jugando con el dolor ajeno.
Ese episodio fue más que un meme. Fue un punto de quiebre. Desde entonces, la marca emocional de Lis Cuesta quedó tatuada con dos ideas: privilegio y desconexión. Y sí, la gente lo recuerda HOY, en pleno desastre de Melissa. La memoria cubana es larga cuando se siente humillada. Te pregunto: ¿cuándo descubriste que en Cuba la empatía oficial se mide en clichés, no en manos tendidas?.

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La paradoja de la “no primera dama”
Aquí hay una contradicción que te tengo que desnudar, porque es clave para entender este momento. Cuba dice que no tiene primera dama. Oficialmente no existe esa figura. El propio discurso del poder insiste en que ese título es “burgués, patriarcal, ajeno al socialismo”. Pero en la práctica, Lis Cuesta sí aparece cuando hay que hacer presencia simbólica: alfombras rojas, cenas oficiales, delegaciones culturales, festivales creados para vender la idea de una Cuba glamorosa y resistente. Con escolta, con vestuario cuidado, con el cuerpo del Estado alrededor.
Traducción directa: “No soy primera dama… pero ocupo el espacio de primera dama cuando me conviene”.
¿Ves el problema? . Porque cuando llega el desastre real —como ahora con el huracán Melissa— la misma figura que se proyecta como “compañera firme, mujer revolucionaria, rostro humano del poder” se borra. No se ve en el lodo. No se ve cargando cajas. No se ve abrazando a una madre que perdió el techo. No se ve diciendo “yo soy holguinera y estoy aquí”. Lo que se ve es un retuit culpando al embargo y llamando a resistir. Eso no es presencia. Eso es guion.
Lo que dice ella vs lo que está viviendo Oriente
Te voy a dejar esto clarito en una tabla, porque el contraste es tan brutal que merece estar frente a frente:
| Discurso oficial amplificado por Lis Cuesta | Realidad visible en Holguín y el oriente tras el huracán Melissa |
|---|---|
| “Derrota al bloqueo genocida” y denuncia del “cerco criminal de Estados Unidos” como causa de la escasez. | Familias enteras literalmente sin techo, con las paredes caídas y los techos arrancados por el viento. Zonas incomunicadas. Gente sin comida segura para los próximos días. |
| “El Estado cohesiona todo un país y sus recursos en función del Oriente”. | La ayuda no llega parejo. Hay barrios que se sienten abandonados, apagones que nunca terminan y colas infinitas para conseguir combustible, agua potable o pan. Esa es la queja pública ahora mismo. |
| Mensajes triunfalistas sobre “la dignidad del pueblo cubano frente al imperio yanqui”. | Gente diciendo: “¿Y la holguinera Lis Cuesta dónde está?”, porque no la ven ni siquiera enviando una palabra concreta de consuelo a su propia provincia natal. |
| Imagen de mujer cercana, sensible, incluso poética: “tengo el corazón en modo estropajo”. | Esa misma frase es recordada como símbolo de burla y cinismo, no de cercanía. Para muchos cubanos, ella es parte del lujo, no parte del pueblo. |
Y aquí está el golpe final: cuando la calle no se siente escuchada, la calle se radicaliza. Y hoy esa calle está cansada.

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Feminismo de consigna vs mujeres reales cargando el país
Otra cosa que molesta mucho —y lo escucho, lo leo, lo siento— es el uso del lenguaje feminista desde arriba. Lis Cuesta se presenta como una mujer trabajadora de la cultura, defensora de la mujer cubana, promotora de la “resistencia femenina” y del “cuidado colectivo”. Se autodescribe como profesora, gestora cultural, militante leal al proyecto político, incluso como alguien que “aprende hasta del enemigo”, según ha dicho.
Pero vamos a hablar claro: en Oriente ahora mismo la “resistencia femenina” no es un hashtag. Es una mujer cargando cubos de agua escaleras arriba porque no hay bombeo. Es una abuela haciendo cola 6 horas para comprar un poco de pan duro y resolverle la comida a tres nietos porque la madre tuvo que emigrar. Es una madre que duerme sentada para espantar mosquitos porque el niño está enfermo y no hay repelente ni ventilador. Esa es la mujer cubana real hoy.
Y esa mujer cubana real no está recibiendo una llamada pública, directa, concreta, honesta, de parte de la esposa del presidente. No hay un “estoy con ustedes”, no hay un “yo vengo de Holguín y esto me duele”. No hay ni siquiera una foto verificable en el territorio. Lo que hay es retórica. Entonces dime tú: ¿qué es más patriarcal que usar la figura femenina solo cuando conviene políticamente, pero dejarla sola cuando toca cargar ladrillos?.

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La pedagogía del cinismo
Esta parte te va a doler, pero necesito decirle. Hace poco, en televisión estatal, Lis Cuesta soltó otra de esas frases pulidas para cámara: que “hasta del enemigo se aprende”. La intención, supuestamente, era lucir madura, abierta al diálogo, superior moralmente ante cualquier crítica. Pero ¿qué aprendizaje hay si no escuchas al que te está diciendo que está pasando hambre, que está durmiendo bajo techo roto, que perdió la casa por Melissa? Esa frase suena más a sermón desde arriba que a escucha real. Es una pedagogía del poder que te dice “aguanta y agradece”.
Ese tono es exactamente el tono que está quemando a la gente. Porque una cosa es que tú me digas “resistimos juntos”, y otra es que tú me digas “resiste tú mientras yo sigo en aire acondicionado con escolta y vestido de diseñador”. Esa diferencia es la línea roja.
Y sí, ese contraste es material. No es percepción. La imagen pública de Lis Cuesta incluye cenas formales, viajes culturales, apariciones en actos internacionales con escoltas, ropa costosa, joyas y estilismo profesional.
La imagen de la mujer holguinera promedio hoy es otra: chancletas llenas de lodo. Cuando el pueblo te mira, te mide así.
“El dictador de mi corazón”: el amor oficial como escudo político
No puedo dejar fuera esto, porque es parte del personaje y dice mucho. En redes sociales, Lis Cuesta ha llamado públicamente a Díaz-Canel “el dictador de mi corazón”, y lo ha hecho en tono cariñoso, romántico, orgulloso, como si fuese un gesto de complicidad íntima transmitida al país entero. Eso existe. Está publicado. ¿Sabías que para mucha gente esa frase fue un golpe en la cara? . Porque mientras tú me dices “el dictador de mi corazón”, yo estoy mirando presos políticos, muchachos fichados por manifestar, mujeres con hijos presos desde el 11J, familias enteras que se lanzaron al mar, gente rota cruzando selva porque no aguanta más la miseria económica de la isla. Y esa misma frase, esa cosa supuestamente romántica, se sintió como una burla al dolor colectivo.
Cuando tú romantizas la figura que dirige el Estado, tú blanqueas la represión. Y cuando tú blanqueas la represión, tú te vuelves parte directa de ese aparato. Ese es el punto donde la figura deja de ser “esposa” y se convierte en símbolo político. Y si tú eres símbolo político, entonces sí: te voy a preguntar dónde estás cuando la gente está sin techo.
La visión de AKubaa
Desde AKubaa, yo lo veo así: lo que está pasando ahora mismo con Lis Cuesta no es farándula política. Es radiografía del sistema. Porque una figura que se presenta como “cercana al pueblo” y “madre simbólica de la nación” (aunque oficialmente se niegue el título de primera dama porque “eso es burgués”) tiene una responsabilidad emocional con ese mismo pueblo. Y esa responsabilidad no se resuelve con consignas sobre el bloqueo ni con repetir que “el Estado está cohesionado”. Eso ya lo escuchamos mil veces. Eso ya nadie lo compra sin prueba visual. Hoy, después del huracán Melissa, la prueba visual que pide el cubano de a pie es simple: ¿Estás aquí?. ¿Sí o no?.
Te soy sincera: para mí esta crisis deja claro que la narrativa oficial cubana ya no aguanta más maquillaje emocional. En un país donde la infraestructura se cae, donde la comida se va en un día de agua salada entrando por la ventana, donde las provincias orientales cargan históricamente con lo peor del abandono, tú no puedes jugar al papel de “mujer revolucionaria sensible” y luego desaparecer cuando Holguín está bajo fango. Eso tiene costo político. Eso tiene costo moral. Eso tiene costo histórico.
Lo que está diciendo la gente (y que el poder no quiere escuchar)
Vamos a ponerlo en voz de la calle, porque la calle no necesita licencia de prensa para hablar.
• “Ella solo aparece para posar en eventos internacionales, hoteles de lujo o misiones culturales; cuando el pueblo sufre, desaparece.” Eso no lo inventé yo. Ese sentimiento se está repitiendo ahora mismo
• “¿Dónde está la holguinera Lis Cuesta?” se ha vuelto casi un coro en redes después de Melissa. Y lo dicen con rabia, sí, pero también con cansancio, con decepción.
• “No es primera dama, pero vive como si lo fuera.” Esa línea es clave, porque revela que el problema no es solo ella. Es todo el diseño del poder cubano, un poder que exige sacrificio al pueblo mientras celebra cenas diplomáticas y festivales culturales.
• Y la más dura: “Cuando el pueblo sufre, desaparece”. Eso es demoledor, porque mata el mito de cercanía.
¿Te das cuenta de lo que significa eso?. Significa que el punto de quiebre ya no es ideológico. Es emocional. Y cuando tú pierdes al pueblo emocionalmente, lo pierdes para siempre.
Esto no termina aquí
Mira lo que está pasando: Oriente está herido. Holguín está herida. Cuba entera está cansada. Y el gobierno responde con dos armas clásicas:
- Culpa externa (el embargo, el bloqueo, el cerco criminal del imperio yanqui).
- Épica heroica (“resistimos con dignidad”).
Pero hay una tercera arma que ellos creen que todavía funciona y ya no funciona: la figura emocional que humaniza al poder. Esa figura, para mucha gente, iba a ser Lis Cuesta. Alguien que hablara con lenguaje coloquial, que mencionara el cansancio, que hiciera guiños románticos, que jugara a la “profe de cultura con corazón noble”. Eso ya no convence. Y en el momento en que deja de convencer, se rompe el teatro. Porque —y aquí viene la verdad incómoda— si tú estás ausente cuando tu propia provincia está destrozada, ¿para qué sirves políticamente?.
Cierro contigo
Yo sé que este tema es delicado. Yo sé que hay gente que se va a molestar leyendo esto. Pero yo también sé algo más: la pregunta que se está haciendo el pueblo oriental hoy es legítima, humana y peligrosa para el poder. Y la pregunta es esta, clara y frontal: ¿Dónde está la holguinera Lis Cuesta cuando Holguín llora? .
Porque si la única respuesta es “está en X (antes Twitter) hablando del bloqueo”, entonces tenemos que aceptar lo que ya estamos viendo a plena luz: en Cuba, el dolor del pueblo no merece ni siquiera un gesto sincero si no encaja en el guion. Esa es mi lectura desde AKubaa. Esa es la herida. Y sí, yo quiero que se escuche.
Ahora dime tú: ¿tú crees que esta distancia entre el poder y la gente común es sostenible… o ya estamos en el punto en que el país dejó de creerles?.

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