Yo no sé si alguna vez te ha pasado que la vida te da una sacudida justo cuando pensabas que todo empezaba a mejorar. Eso mismo le pasó a Anthony, un joven cubano de 27 años residente en Arizona, que el pasado domingo vio cómo el carro que usaba para trabajar en Amazon Flex se incendiaba frente a sus ojos. En minutos, su única herramienta de trabajo quedó reducida a cenizas.

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Y no, no fue una historia de lujo ni de capricho. Fue una de esas historias que nacen desde abajo, desde el esfuerzo diario del inmigrante cubano que se levanta cada mañana con la esperanza de “echar pa’lante” en un país que a veces te da oportunidades… pero también te cobra caro cada error, cada imprevisto, cada incendio.
El día que todo se volvió humo
Anthony acababa de terminar su ruta de entrega. Tenía el sudor en la frente, el cansancio típico de quien pasa horas bajo el sol, entregando paquetes que ni siquiera sabe lo que contienen, pero que representan su sustento.
De repente, el humo. El fuego. Y la impotencia de ver cómo el carro —su herramienta de trabajo— ardía por completo sin que nadie pudiera hacer nada.
El periodista Javier Díaz, quien ya lo había entrevistado en 2022 cuando una bacteria casi le cuesta una pierna, compartió la noticia en sus redes. El video se volvió viral entre cubanos en la diáspora: no por morbo, sino porque todos, en el fondo, nos vimos reflejados en Anthony.
“Gracias a Dios estoy bien físicamente, pero mi herramienta de trabajo quedó totalmente destruida”, escribió Anthony en su campaña de GoFundMe, donde amigos y conocidos se unieron para ayudarlo. Hasta el momento de escribir este artículo, había logrado recaudar 1.893 dólares de los 3.000 que necesita para comprar otro vehículo y poder seguir trabajando.

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No busca lujos, busca continuar
“No fue fácil ver cómo en cuestión de minutos se iba el fruto de tanto trabajo. Hoy pido ayuda no para caprichos, sino para poder comprar otro carro y seguir trabajando. Ser repartidor ha sido mi manera de salir adelante y no quiero rendirme”, confesó el joven. Sus palabras no suenan a queja. Suenan a dignidad. A ese tipo de resiliencia que uno solo aprende en Cuba, donde la gente se acostumbra a perderlo todo y seguir adelante con una sonrisa amarga.
Anthony no quiere beneficios, ni lujos, ni un cheque de caridad. Solo quiere seguir trabajando. Pero Amazon —esa gigante que mueve miles de millones en ganancias— no se hace responsable. Porque el contrato de Amazon Flex deja claro que cada repartidor es un “independiente”, responsable de su vehículo, su combustible y su seguro. Es el modelo del llamado “gig economy”, donde miles de inmigrantes —cubanos, venezolanos, mexicanos, haitianos— sobreviven a base de aplicaciones que los necesitan, pero no los protegen.
Cuando el sueño americano se vuelve un algoritmo
La historia de Anthony no es un caso aislado. Es la versión moderna del viejo refrán cubano: “el trabajo dignifica, pero también agota”. En ciudades como Miami, Tampa o Hialeah, cientos de cubanos manejan bajo el sol entregando paquetes, comidas o compras, dependiendo de plataformas como Amazon Flex, Uber Eats, Instacart o DoorDash. Y aunque las redes sociales los muestran sonrientes, con frases como “¡gracias a Dios por otro día de trabajo!”, la realidad es otra: sin carro no hay ingreso, y sin ingreso no hay vida.
El sistema está diseñado para hacerlos sentir “libres”, pero en realidad están atrapados en una economía sin seguridad ni respaldo. Cuando algo falla —un motor, un neumático o un incendio como el de Anthony— el algoritmo simplemente pasa al siguiente repartidor. Y tú quedas fuera del mapa, sin ingresos, sin ayuda y, muchas veces, con una deuda encima.
De Cuba a Arizona: el fuego no apaga la esperanza
Anthony llegó a Estados Unidos con la ilusión de reconstruir su vida. En 2022, una infección bacteriana casi lo deja sin pierna. Estuvo hospitalizado durante semanas, sin seguro médico, sin trabajo y sin saber si volvería a caminar. Pero se levantó. Trabajó duro, compró su carro, se inscribió en Amazon Flex y comenzó a entregas de sol a sol. Hasta que el destino, o el sistema, volvió a probarlo. Su historia ha tocado fibras entre los cubanos dentro y fuera de la isla. En grupos de Facebook en Hialeah, Tampa y Las Vegas, muchos han comentado cosas como:
“A cualquiera nos puede pasar. Uno trabaja con el corazón en la mano.”
“Amazon gana millones y ni una palabra. Pero si uno se retrasa en una entrega, te suspenden la cuenta.”
“Eso es lo duro del sueño americano: cuando se rompe el carro, se rompe el ingreso.”
Y no les falta razón.

La precariedad detrás del volante
El modelo de Amazon Flex se vende como una oportunidad de independencia: tú eliges tus horas, tus rutas, tus ingresos. Pero en la práctica, esa libertad tiene un precio. Cada repartidor asume los riesgos: desde el costo del auto hasta los accidentes. Y cuando algo sale mal, la empresa no responde.
Este tipo de contrato es lo que en Estados Unidos se conoce como “independent contractor”, o contratista independiente. Es decir, tú trabajas para Amazon, pero no con Amazon. No tienes seguro médico, ni vacaciones, ni beneficios. Y cuando el carro se incendia, no hay a quién reclamarle.
Para muchos inmigrantes cubanos, ese trabajo es el primer escalón hacia la estabilidad. Pero también puede convertirse en una trampa: una rueda que nunca deja de girar, donde siempre estás pagando algo —gasolina, mantenimiento, seguro, reparaciones— mientras tratas de sobrevivir en un país donde todo cuesta.
La visión de AKubaa: el trabajo no debería ser una ruleta
Desde AKubaa, lo decimos sin filtros: el sistema laboral de los “gig workers” necesita una reforma urgente. No puede ser que una empresa del tamaño de Amazon, con ganancias récord, deje en el abandono a quienes sostienen su modelo de negocio con el sudor y el sacrificio diario.
Lo de Anthony no es solo un incendio. Es una metáfora de algo más grande: de cómo el “sueño americano” se ha convertido para muchos cubanos en un laberinto de deudas y sacrificios invisibles, donde la suerte juega más que la justicia.
El cubano que se levanta a las 5 de la mañana para entregar paquetes en Arizona no busca lujos. Busca respeto, estabilidad y oportunidades reales. Y lo hace con el mismo corazón con que antes arreglaba bicicletas en Centro Habana o vendía pan por la libreta.

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La solidaridad que sí responde
En medio de la tragedia, algo quedó claro: la comunidad cubana se mueve cuando uno de los suyos cae.
Los 1.893 dólares recaudados en GoFundMe no vinieron de empresas ni de políticos, sino de compatriotas que saben lo que cuesta empezar desde cero. De esa gente que, aunque esté en Miami, Madrid o Mérida, todavía dice “mi hermano, te entiendo”.
Anthony lo resumió mejor que nadie:
“Me dio pena aceptar la ayuda, pero estoy muy agradecido. Nunca fue mi intención recaudar fondos de esta manera.”
Humildad pura. Y un recordatorio de que, a veces, los gestos más pequeños —un dólar, una palabra, una mano amiga— son los que mantienen viva la esperanza.
La otra cara del camino
Mientras Anthony intenta reunir lo necesario para comprar otro vehículo, su historia sirve como espejo de miles.
De los que se van de Cuba buscando un futuro y terminan enredados en un sistema que no perdona errores.
De los que trabajan 10 horas al día sin beneficios, sin derechos, sin garantías. De los que saben que, si el carro se rompe, se rompe todo.
Y aún así, no se rinden. Porque en el fondo, cada cubano lleva esa mezcla rara de orgullo y terquedad que le impide rendirse. Ni el fuego, ni la deuda, ni la indiferencia de una empresa pueden con eso.
Conclusión: cuando el trabajo quema, ¿quién responde?
Lo de Anthony no debería pasar desapercibido. No es solo un incendio: es un símbolo de cómo el sistema trata al trabajador independiente, especialmente al inmigrante. De cómo una aplicación puede mover el mundo, pero no mover la conciencia.Y mientras Amazon sigue creciendo, Anthony espera poder volver a trabajar, no por caridad, sino por derecho. Porque nadie debería perderlo todo solo por intentar ganarse la vida.
💬 ¿Qué piensas tú? .¿Deberían empresas como Amazon asumir responsabilidad por sus repartidores?
¿O el “sueño americano” ya es demasiado caro para los que venimos de abajo?.

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