Nunca pensé que escribiría esto sobre Miami, esa ciudad que muchos en Cuba miramos como postal de escape, de lujo y de promesa. Sin embargo, hasta el paraíso tiene manchas, y esta vez no vienen del cemento ni del tráfico: vienen del agua misma. El Departamento de Salud de Florida acaba de lanzar una advertencia seria sobre dos de las playas más concurridas del condado Miami-Dade: Crandon Park North, en Key Biscayne, y South Point Drive Beach, en el extremo sur de Miami Beach. El motivo no es menor: altos niveles de la bacteria Enterococcus, una señal de que algo anda muy mal bajo esas aguas turquesas que tantos cubanos sueñan con tocar apenas pisan suelo americano.

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Cuando el agua deja de ser sinónimo de alivio
El comunicado oficial no deja espacio para dudas: prohibido nadar, hacer deportes acuáticos o tener contacto directo con el agua en esas zonas. No se trata de exageraciones; se trata de una alerta sanitaria basada en pruebas de laboratorio realizadas el 23 de septiembre.
Los resultados hablan solos: más de 70 colonias de Enterococcus por cada 100 mililitros de agua, superando el límite que define lo “seguro”. Para quienes no están familiarizados con la escala:
- Buena: 0 a 35 colonias
- Moderada: 36 a 70 colonias
- Mala: 71 colonias o más
Y sí, Crandon y South Point entraron directo en la categoría “mala”. En otras palabras, hoy esas playas no son sinónimo de vacaciones, sino de riesgo.
El enemigo invisible: qué es el Enterococcus
Aquí hay que ponerle nombre al asunto. El Enterococcus no es un invento mediático ni un susto pasajero: es una bacteria que habita de manera natural en el intestino de humanos y animales. ¿El problema? Cuando aparece en concentraciones altas en el agua, significa una sola cosa: contaminación fecal.
Las causas pueden ser varias: aguas residuales mal tratadas, lluvias que arrastran desechos, mascotas o animales silvestres que dejan sus huellas invisibles en la arena y el mar.
Las consecuencias tampoco son menores: desde infecciones gastrointestinales y erupciones en la piel, hasta infecciones urinarias y complicaciones serias en personas con defensas bajas.
Y aquí es donde la alerta toma más fuerza: los niños pequeños, adultos mayores, personas con heridas abiertas y quienes tienen un sistema inmunológico debilitado son los más expuestos.

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La voz de la gente: cuando la playa deja de ser refugio
Si algo define a Miami es su mar. En Hialeah, muchos cubanos cuentan cómo el primer fin de semana libre tras llegar a Estados Unidos lo dedican a ir a Key Biscayne o a Miami Beach. “Es como respirar por primera vez después del encierro de la isla”, me decía hace poco un vecino de Westchester.
Ahora imagina el golpe que supone leer el aviso: “No nadar. Riesgo sanitario.”
En grupos de WhatsApp de la diáspora, los comentarios ya corren:
- “¿Y ahora qué? Si no podemos ir a la playa, ¿a dónde vamos con los niños?”
- “Miami sin playa es como La Habana sin Malecón.”
- “Lo peor es que uno viene buscando salud y bienestar, y resulta que el agua también está contaminada.”
Esa mezcla de decepción y resignación se siente. La playa no es solo recreo: para muchos inmigrantes, es el lugar de escape, el sitio donde se calma la nostalgia de Cuba.

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No es la primera vez
Lo cierto es que este tipo de alertas no son nuevas en Florida. El mismo protocolo de monitoreo establece que la advertencia se activa solo cuando dos análisis consecutivos muestran niveles por encima del umbral de seguridad. Eso quiere decir que el problema no es un accidente aislado, sino una realidad persistente que obliga a encender alarmas.
Y ahí está la ironía: Miami vende al mundo una postal perfecta, pero las bacterias en Crandon Park y South Point nos recuerdan que el paraíso turístico también tiene cloacas invisibles.
La ciencia detrás del agua
Muchos se preguntan cómo se mide esto. La respuesta es menos glamorosa de lo que suena: muestras de agua analizadas en laboratorio. Y aunque el número “70 colonias” pueda sonar técnico, la traducción es simple: cuando esa cifra sube, el riesgo sube.
No se trata de asustar por gusto, sino de proteger. La diferencia entre 35 y 71 colonias puede ser la frontera entre un día de playa inolvidable y un viaje directo al hospital.
¿Qué pasa ahora?
El Departamento de Salud de Florida continuará con el monitoreo. Solo si las próximas pruebas demuestran una reducción significativa, se levantará la advertencia de “no nadar”.
Mientras tanto, la recomendación es clara: respetar la medida. Y aunque en Miami siempre hay alternativas —desde piscinas hasta paseos por Bayside o el Downtown—, nada reemplaza la sensación de agua salada y arena en los pies.
Una mirada desde Cuba y la diáspora
Desde la isla, leer que las playas de Miami tienen contaminación fecal parece casi un chiste cruel. “Aquí lidiamos con apagones, inflación y colas infinitas, y ahora resulta que allá ni bañarse en la playa se puede”, me comentó una amiga desde Santa Clara.
En España y México, otros cubanos de la diáspora también comentan con ironía: “De nada sirve escapar del Malecón lleno de desechos si terminas en una playa de Miami con la misma bacteria disfrazada de modernidad.”
Al final, esta noticia conecta dos realidades: la de quienes siguen luchando en Cuba por lo básico, y la de quienes en el exilio descubren que la vida perfecta no existe.
La visión crítica de AKubaa
En AKubaa siempre hemos insistido en mirar más allá de la superficie. Esta alerta en Miami-Dade no es solo una anécdota sanitaria: es un recordatorio de que las grandes ciudades también fallan en lo esencial. Si en Cuba criticamos al gobierno por los apagones, en Miami hay que cuestionar cómo una urbe que genera millones en turismo permite que playas icónicas enfrenten contaminación fecal.
Porque más allá del glamour de Ocean Drive y los rascacielos de Brickell, la vida real también se juega en el agua que toca la piel de millones de personas. Y cuando ese agua está sucia, el sueño americano se siente un poquito más parecido al despertar cubano.
Un debate necesario
Hoy la pregunta no es solo si uno se atreve a meterse en el agua de Crandon o South Point. La pregunta de fondo es: ¿qué tan preparados están nuestros sistemas —en Cuba, en Miami, en cualquier parte— para garantizar lo básico: agua limpia, aire respirable y servicios confiables?
La bacteria en las playas de Miami-Dade es un espejo incómodo: ni el Caribe socialista ni el Miami capitalista están exentos de fallas que afectan la vida cotidiana.
Y ahí te dejo la reflexión, lector:
👉 ¿Qué opinas tú? ¿Esto es un descuido pasajero o un síntoma de problemas más profundos en la gestión ambiental de Miami?

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