
¿Sabías que en la Cuba de 2025 hay más indignación por una subida de precios de internet que por los apagones o el precio del arroz?. No estoy exagerando. Cuando descubriste que las protestas más recientes no fueron por hambre ni falta de electricidad, sino por un paquete de 12 GB a 720 pesos cubanos, probablemente entendiste —como yo— que la conectividad ha superado a la comida en la jerarquía del poder emocional y social. Y sí, esto tiene mucho que decir sobre hacia dónde va la Cuba de ahora y de mañana.
Porque hoy, la data es pan, es techo, es escape, es futuro, y también es memoria colectiva. Y si no lo entiendes, no es porque no lo vivas… sino porque no lo has perdido.
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¿Qué pesa más en 2025: una conexión estable o un plato en la mesa?
La respuesta rápida —aunque duela admitirla— es: depende de a quién le preguntes y cuánto tiempo ha estado desconectado. En los últimos años, he observado cómo los cubanos, dentro y fuera de la isla, se han ido convirtiendo en dependientes digitales sin siquiera llamarse así.
Antes protestábamos por un kilo de pollo que nunca llegaba o por los interminables cortes de luz. Hoy, el nuevo “apagón” es no poder conectarse a WhatsApp, no ver un Reel, no subir una historia. El hambre sigue ahí, claro que sí, pero la desconexión es el nuevo dolor que arde en la piel de millones.
Y eso no es casualidad. Es el reflejo directo de un país que, a falta de libertades, ha encontrado en el internet una válvula emocional, informativa y social. Por eso, cuando ETECSA sube los precios, no está vendiendo datos: está encareciendo la vida emocional y psicológica de una nación.
El dato ya no es un lujo: es refugio, resistencia… y en algunos casos, realidad alterna
Cuando aprendiste que puedes hablar con tu familia por videollamada, enviar un bizum desde el exilio, seguir en tiempo real las noticias censuradas o simplemente ver un meme que te saque una risa, descubriste que no estás comprando gigabytes: estás comprando un pedazo de humanidad que te quieren quitar.
La juventud cubana lo tiene más claro que nadie. Para ellos, sin datos no hay escuela, no hay trabajo, no hay mundo.Y por eso el tarifazo de ETECSA encendió más protestas que cualquier apagón anterior. Es que lo eléctrico se sobrelleva con un mechón; pero la desconexión te apaga por dentro.
¿Evasión o espejo?.La internet como espejo social
Algunos dirán que esto no es más que una evasión, una manera de “mirar el celular y olvidar el fogón vacío”. Y algo de razón hay. El algoritmo entretiene, adormece, engaña. Pero también informa, conecta y, sobre todo, despierta.
Porque lo que se viraliza hoy desde Cuba ya no lo decide el noticiero, sino la indignación conectada. Cada queja, cada video, cada meme político que cruza el estrecho no es solo broma: es una declaración. Por eso molesta tanto a quienes quieren controlar el relato.

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¿Por qué esto molesta más que el hambre?
La comida escasea, sí. Pero lo hemos naturalizado. Llevamos décadas sobreviviendo sin muchas cosas, pero no estábamos preparados para sobrevivir sin voz. La conectividad le dio a los cubanos la sensación de poder decir, aunque sea en clave. Por eso, cuando ETECSA corta, sube precios o limita, no está cortando datos: está cortando futuro. Y claro, el cubano ya no calla como antes.

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Desde AKubaa: nuestra visión
Desde AKubaa, lo hemos dicho antes y lo repetimos con más fuerza hoy: el acceso a internet en Cuba no es un lujo. Es un derecho en disputa. Un derecho que ha sido monetizado, manipulado y convertido en campo de batalla entre el control y la libertad.
Es una vergüenza que en pleno 2025 el acceso a los datos esté más condicionado que el acceso al agua potable. Y es doblemente triste que la indignación solo detone cuando se tocan los gigas, no cuando faltan medicinas o se apagan los quirófanos.
Pero también es una señal. Una señal de que la conciencia conectada ha llegado para quedarse. La protesta digital no es menos protesta, y quizás sea el primer paso para que las otras, las más profundas, también resurjan con fuerza.
Cierro con una verdad incómoda:
No es que los cubanos prefieran datos antes que comida. Es que la comida sin datos, hoy, no se denuncia, no se organiza, no se comparte. El hambre, en silencio, es apenas una estadística. El hambre en Wi-Fi… se convierte en viral.

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